Hace un mes que llegué a esta tierra
y se me ha pasado demasiado rápido. Me muevo en terreno
conocido que domino a mi manera, lo que hace que me encuentre
muy a gusto y repleto de actividades.
Empezaré por TERESA, una chica de 16 o
17 años, pero ya toda una mujer. Cuando Teresa era una niña,
sus padres eran musulmanes y ella tenía nombre musulmán.
Su etnia es "Gando". Y, en esta etnia, los padres acostumbran
a buscar el futuro marido en una familia conocida, donde
ya se han hecho otras alianzas que han resultado positivas.
Así pues, Teresa fue destinada a un joven que ha estado
esperando a que la niña se haga mujer.
Desde el momento de su compromiso entre
las dos familias, la familia del futuro marido va dando
regalos a la familia de la niña. Los regalos son muy variados:
comida, paños, dinero y también en trabajo. Pueden ir a
trabajar al campo de la futura esposa, etc. Todos estos
dones y servicios se cuantifican y el resultado forma parte
de la dote que se va a ofrecer por la chica casadera.
Al cabo de un tiempo, los padres de Teresa
quieren ser católicos y hoy son ellos los promotores y
animadores de la comunidad naciente en su pueblo, compuesta
de cinco familias. Su tío es el presidente de la comunidad.
Todo va bien hasta que llega la hora de casar a Teresa.
El chico que será su marido es musulmán, y
ella no quiere entrar en una familia musulmana. Pero en
la tradición "gando", no se rompen este tipo de compromisos.
¿Cómo resolvieron el
conflicto entre la libertad y la costumbre?
Teresa me decía que hasta la hora de casarse,
ella no conocía a su futuro marido. Que se lo presentaron
cuando se acercaba la fecha de la boda. Ella no podía decir
a sus padres que no, pero se lo decía a las amigas para
que, a través de ellas, se enteraran. Un día sus padres
le dijeron que tenía que aceptar, que no podían romper el
compromiso con una familia con la que siempre se habían
llevado bien. Ella no pudo decir que no, porque, según la
costumbre, debía aceptar.
Llegó el día de la boda y con gran ruido
festivo el cortejo se la llevó a casa de su marido. Ella
se escapó y volvió a casa de sus padres. Estos la regañaron
y llamaron a la familia del marido para que se la llevaran, dando
lugar a una situación complicada entre las dos familias. Las huidas a
casa de sus padres fueron cinco y siempre el mismo retorno.
Menos la última que la familia del marido denunció a la familia
de la mujer ante del juez local, y este les dio un papel
diciendo que el matrimonio forzado no estaba permitido en
Benín. Esta vez el marido, al regresar a su casa, le dio una
soberana paliza. Por la noche se escapó de la casa del marido
y no volvió a la casa de sus padres sino que anduvo 23 kilómetos,
para refugiarse en una comunidad que conoció en Buka, en
el encuentro de la Pascua.
Encontró apoyo
en una comundiad cristiana
El presidente de esta comunidad
es un señor muy respetable, con muchos hijos de la
misma edad que ella. Él ya había tenido
problemas anteriormente con dos de sus hijas. La acogió
muy bien y le dijo que en su casa estaría protegida.
Al día siguiente vino a verme y me lo contó.
Me dijo que iba a ver a los padres de la chica para decirles
que Teresa está en su comunidad, pero que no la dejará
marchar para casarla a la fuerza. Esto sucedía unos
días antes de venirme para España en mayo.
Un tío de la chica y el marido
sin mujer vinieron a verme muy enfadados. Exigían
un precio exagerado por la dote. Yo les dije que no era
mi problema, que yo iba a estar un tiempo fuera y que a
mi vuelta veríamos qué se podía hacer.
No estaban muy de acuerdo, pero dijeron que sí.
Durante mi estancia en España,
no tuvieron la paciencia de esperar y convocaron al presidente
de la comunidad ante el juez local. Tres viejos, los más
viejos de la comunidad, fueron a esa convocatoria.
Dijeron al juez y a la familia que esperaban mi venida y
que en prueba de buena voluntad les ofrecían 100.000
francos (150 euros). Les parecía poco pero aceptaron
y han esperado a mi vuelta.
La semana pasada, sin venir a verme,
convocaron de nuevo al presidente de la comunidad ante el
juez local. Cada desplazamiento es de 30 kilómetros.
El presidente vino a verme y me dijo que por el momento
no tienen dinero. Aún no han cosechado el campo colectivo
de la comunidad y la venta no se hará hasta marzo,
cuando suban un poco los precios. Tenían decidido
ofrecer otros 100.000 francos y eso a condición de
que devuelvan todos los enseres de la novia que se quedaron
en casa del marido. Me pidieron que les acompañara.
La convocatoria era para el sábado,
día de mercado en Dunkasa. Allí fuimos
dos viejos de la comunidad y yo que no soy joven. Un tío
de la chica, que era el manipulador, se quedó sorprendido
de verme. Quiso negociar la cosa con nosotros antes de ir
ante el juez. Mis acompañantes expusieron su propuesta
y dijeron que no ofrecerían más. Con eso nos
presentamos ante el juez. Gran sorpresa el verme. Muy amable.
De entrada me dijo que él es un antiguo alumno de
la misión. Que gracias a la misión ha llegado
donde ha llegado y todos los elogios posibles al trabajo
que hacen los misioneros en su zona. A él le respetaron
su religión y nunca le obligaron a ser católico.
Una costumbre que contradice la ley
Unas veces en lengua peul, otras en baribá
y rara vez en francés. No había acuerdo, pues las exigencias
de la familia del marido eran grandes. En un momento que
parecía no haber solución, me preguntaron mi
parecer. Yo les dije que había venido como observador y
veía que estabamos apoyándonos en las costumbres y no
tanto la ley. Que yo había hablado con Teresa y veía un
intento de matrimonio a la fuerza y esto está castigado
por la ley. Si no hay acuerdo, es mejor que un
juez civil lo juzgue. Sería la comunidad de acogida la que
denunciaría el caso ante la justicia de Parakou. Que por
defender a las niñas yo estaría dispuesto a apoyarlos.
Un arreglo amistoso
y Teresa se sintió feliz.
A partir de ahí, cambiaron las cosas.
El delegado (juez local) les decía que eso sería muy malo,
porque en Parakou la ley está por encima de la costumbre
y nunca iban a tener razón y que, si Teresa certifica que
había habido violación o intento de violación el marido,
y quizá algún otro cómplice de este matrimonio forzado podía
ir a la cárcel. A partir de esas palabras bajaron las exigencias
y aceptaron la oferta que les hicieron los de la comunidad
de acogida. El presidente les dio el dinero y, según el
protocolo, desde el más pequeño hasta llegar al juez todos
lo contaron billete a billete, (menos mal que sólo eran
10 billetes de 10.000 y se hacía pronto). El juez
se lo dio al hermano mayor del novio, que también lo contó
y con un apretón de manos se arregló todo. Todos parecíamos
contentos. La chica es libre, puede volver con su familia
cuando quiera. La familia del novio le devolverá todos sus
enseres, etc. Así nos despedimos. Un consejero del juez
y su secretario me acompañaron a la salida del patio, hasta
llegar al coche. Los que venían conmigo no terminaban de
salir y me decía el secretario que las despedidas africanas
suelen ser largas. Cuando ya íbamos a salir, el tío de la
chica y el consejero del juez me dicen que quieren recibirnos.
Yo le dije que aceptaba y nos llevaron al bar restaurante
del pueblo. Yo pedí una cerveza y ellos una botella de aguardiente.
También pidieron un plato de comida, consistente en espaguetis
mezclado de alubias blancas, salsa de tomate y un pescado.
Camino de un final feliz.
Todos volvimos a casa contentos y alegres.
Ellos habían dejado sus motos en mi casa. Hicimos balance de cómo había resultado la gestión
y estaban contentos. También me contaron que a la hora de
marchar la despedida era larga porque el juez les pedía
30.000 francos para el "refresco" (45 euros) y ellos terminaron
dándoles 5.000. Esto es corrupción. Teresa no quiere volver
a su casa y quiere casarse con un chico de la comunidad
de acogida. Durante unos cuantos días me he estado leyendo
varias publicaciones sobre estos temas en Benín y la verdad
es que hay mucho publicado. En este principio de curso,
muchos nombres propios me han ocupado mi tiempo. Entre otros
Bruhimiru, el niño ciego que ya está en la escuela de ciegos.
Ya os contaré otro día cómo se pasó. Esta vez ya tenéis
bastante pare leer.
Un abrazo.
Jesús Fernández de Trocóniz, SMA
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